martes, 1 de diciembre de 2009

Discurso de género

COLUMNISTAS Y COLUMNISTOS

De la guerra de sexos, que un político cursi llamaría sin dudarlo un segundo “cuestiones de género”, ¡líbranos señor! Por eso, nada más lejos de mi ánimo que traer aquí material bélico procedente de ese incesante y recrecido combate nuestro de cada día, con el riesgo de alterar la placidez de las y los practicantes del columnismo local.

Sin embargo, leyendo “El arte de escribir columnas” de Paul Johnson , en el que recoge su acrisolada experiencia, tras escribir desde 1981 para "The Spectator", me ha llamado la atención una parte de su texto en la que alude a la identidad sexual del colaborador de diarios. Como saben, sobre todo los del gremio, este señor, que nació en 1928 y que todavía sigue dando guerra, aunque no relacionada con el sexo, es además un historiador reputado, así como un escritor de más de 30 libros que, pese a ser inglés, recibió en 2006 la Presidential Medal of Freedom, el máximo galardón civil de los EE.UU.

Pues bien, afirma Johnson que “no hay nada más tedioso que un hombre atiborrado de conocimientos –especialmente datos- y ansioso de abrumarnos con ese tesoro”, para a continuación precisar: “es interesante señalar que las mujeres no nos aburren con datos, sino con opiniones”. Dos formas, por tanto, de castigar al lector. ¿Será verdad? Yo desde luego cumplo con mi cuota de género, pues creo que he dado más detalles de los necesarios sobre el genial columnista británico. En cuanto a la proliferación de opiniones, no haría sino confirmar, una vez más, la feminización creciente de nuestra sociedad, en la que el hombre, entendido en un sentido clásico, cada vez parece estar un poco más descolocado.

Se refiere de nuevo a este tema Johnson, justamente al final de su famoso ensayo. En un tono autobiográfico el sabio periodista descubre su más íntimo secreto: “lo mejor es conseguirse una esposa que tenga el coraje de señalarnos estas cosas”, es decir los defectos de los artículos; pues “es un hecho que los solterones rara vez son buenos columnistas durante mucho tiempo”. No sugiere nada a la inversa, ni de las solteronas ni del esposo de la columnista; pero claro se trata de un viejo y anticuado escritor, que a lo mejor no es conscientes de que ya nadie se casa con nadie. Ni siquiera para escribir mejor las columnas.

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