miércoles, 18 de noviembre de 2009

Epidemia de divorcios

Una especie en vías de extinción

Nada, que ya no nos queda ni París. La ciudad de la luz ha dejado de ser, qué pena, la capital del amor, donde los tortolitos se juraban pasión eterna, bebiendo champán y paseando en bateau mouche. Según nos cuenta este periódico, la semana pasada se ha celebrado en lo que era, antaño, romántico escenario junto al Sena, el muy prosaico Primer Salón del Divorciado (y la Divorciada, por supuesto); conclave comercial que busca cubrir, mediante sus ofertas y novedades, la creciente demanda de servicios que genera este sector, actualmente tan numeroso.

Como dejó dicho Groucho Marx, la primera causa del divorcio es el matrimonio; pero en estos tiempos que corren debe haber alguna más, porque en España las bodas han descendido en los últimos diez años un 20%, mientras que los divorcios han aumentado un 380%. Pese al gran stock acumulado, dentro de poco -a este ritmo- no van a quedar parejas que separar: los casados serán una rareza del pasado, presta a extinguirse, y los bufetes matrimonialistas tendrán que cerrar, por falta de existencias.

Es también noticia, en estos días, que The Family Watch, tras analizar 115 estudios sobre el tema que nos ocupa, ha llegado a la conclusión de que el coste económico que suponen las rupturas matrimoniales para el conjunto de la sociedad es, sencillamente, devastador; mucho mayor del que se suponía. Y no sólo eso; sino que, según otras investigaciones, conllevan asimismo un deterioro medioambiental, ya que uno de los procesos sociales que más contribuye al cambio climático es, precisamente, la actual epidemia de divorcios. De repente, dos casas, dos lavadoras, dos lavavajillas, dos coches; la emisión de gases de efecto invernadero se dispara. Ahora bien, Castilla y León es, entre todas las comunidades autónomas, la que disfruta de la menor tasa de divorcios: 1,75 por cada 1.000 habitantes, frente a los 2,58 de media en España; lo cual convierte a este paraíso natural, por añadidura, en una reserva. ¿Sabremos conservarla?

Porque no deja de ser una tentación constante que, hoy por hoy, resulte más fácil divorciarse que darse de baja en una compañía de telefonía móvil. ¿No se lo creen? Hagan la prueba, y comparen. O mejor, no; que sería contribuir, inconscientemente, a la crisis y al calentamiento global.

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