martes, 12 de enero de 2010

Esperando a la ley

¿Fumata? Ni blanca ni negra

Al final nada, no hay una verdadera ley antitabaco en Año Nuevo. La promesa, convertida en humo, se pospone hasta mediados del 2010, pero mucho me temo que al final seguiremos igual. Si ya la Junta de Andalucía, socialista como el gobierno, avisa por adelantado de que, caso de aprobarse, van a ser permisivos, ¿qué no harán las comunidades del PP, como Castilla y León?

Incluso Fernando Savater, que no es ni de lo uno ni de lo otro, se descuelga con un artículo contra la norma nonata, en el que habla de “enfermedades derivadas del abuso -no del uso- del tabaco”. Niega así el filósofo pruebas aportadas por la ciencia. Por ejemplo, en la prestigiosa revista “Nature” se acaba de publicar que con cada 15 cigarrillos se produce una mutación cancerígena. Afirma también Savater que si “alguien se siente molesto por el humo” en un bar o restaurante, “con no frecuentarlo asunto resuelto”. ¿Qué pasa con los camareros; obligados a inhalar durante toda su jornada laboral el aire contaminado?
En el suplemento de salud de este periódico leímos hace unos meses los resultados del estudio llevado a cabo en Pueblo, Colorado (EE.UU.), donde no se puede fumar en ningún bar ni restaurante. Decía el cronista que “tres años después de la puesta en marcha de la norma, el número de hospitalizaciones por infarto agudo de miocardio ha caído de una forma tan significativa que muchos especialistas creen que es una inmoralidad y un atentado contra la salud pública, permitir fumar en cualquier local cerrado”. Lo más llamativo es que los infartos han descendido un 41% entre los no fumadores. Además, se compararon estos cambios con lo sucedido en Colorado Springs, ciudad cercana en la que se aplica una norma como la de España, comprobándose que allí no se ha modificado el número de infartos.
Por tanto, tomarse un café en ciudades como Valladolid es una actividad de riesgo, ya que desde el principio sólo dos o tres establecimientos hosteleros decidieron ser de no fumadores. Y creo que, de ellos, sólo uno era bar de tapas, pero el incauto que entraba corría el mismo riesgo que en los demás de ser atufado. La realidad ha prevalecido y ya han quitado los carteles. Una pena, porque ahora que hay más turistas podría ofrecerse como ejemplo de casticismo español: la ley y la trampa; todo a la vista.

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